sábado, 12 de julio de 2014

Contigo dentro...

                                                        Foto: обнаженный

No concibo mi cama
sin que la noche de tu piel
retoce libre
entre su blanco lienzo.

No imagino mi sueño
sin el sobresalto en sudor bañado
por temor a no hallarte
-cuando despierte-
a mi lado.

No preveo un despertar
sin la sonrisa
que el paso abre
a la ternura sin prisas,
y más tarde,
al descontrol del ardor

No puedo pensar en mis dedos
sino brujuleando
cada palmo de tu tersa piel
hasta balizar rincones
que señalen la senda

A unos labios,
que por febriles,
derritan el hielo de tus montañas,
destilando humedades
por sus laderas.

Hasta enjugar la brecha
que, bajo el bosque rizado,
revelando va aromas
que provocan el ímpetu
que el deseo despierta

Y es que…
No concibo mi cama
si no es contigo dentro.


                                                      ©narbona

jueves, 21 de febrero de 2013

Despertares...

               Foto: Serge Makeev




Vienes hoy,
como un desvaído recuerdo.
Quizás de la mano de una
Primavera recién estrenada.

Y te me apareces,
como chute que remueve ganas,
en jeringuilla con restos aún
de fluidos que te pertenecen.

En la quietud
de un despertar holgazán.
Concupiscente.
Que se resiste a levantar persianas
desbaratadoras de ensueños.

En los que,
mientras te abrigan mis brazos,
tu cuello y mis labios
se montan tangos con sobresaltos.

Y en donde,
un  firmamento hecho de pecas,
poblando enteras laderas
de una espalda tan desnuda como tú,
pidiendo va, a gritos,
la habilidad de unos dedos.

Que se deslicen por ella.
Recorriendo curvas.
Valles y montañas.
Humedales.
Volcanes de deseos...

Es ahora,
mansas las aguas,
y en el horizonte el delta,
cuando más extraño
las noches con luna.
Las aristas de las rocas.
El torbellino, el estruendo
Y la espuma.

Despertar es un morir.
O un vivir.
Anclado entre los recuerdos.

¡Maldito sea el tiempo!
¡Y malditos los relojes que no cesan!
Disfrazando, ahora de Otoño,
esta Primavera eterna.




                                                            ©narbona


martes, 27 de noviembre de 2012

Nostalgia porteña...

      Tomas Rak





Tropecé con tus ojos.
Por Rivadavia.
Te habías dejado el alma abierta.
Chorreantes los deseos.

A tu altura ya,
desboque de corazones.
¿Barrera generacional?
Otra mentira de tantas.

Luego,
me volví para mirarte.
Con los míos, “No estoy solo”
Con los tuyos “Si…  ¡qué lástima!”

Ahora,
al cabo de meses ya,
sigo viéndote perderte,
silueta de Congreso al fondo,
sorteando tu hermosura.

Entre mi dolor de entonces,
hecho jirones de acera,
y  esta nostalgia de ahora.

Que, sin buscarlo te encuentra.
En la miel de mi memoria


                                            ©narbona 

sábado, 27 de octubre de 2012

La ausencia...






Desde que te fuiste
Han pasado... ni sé  cuantos meses. 
Poco a poco van, finalmente, dejándome a solas.
El trabajo distrae. Alivia mi tiempo.
Pero todos me dicen que para qué guardo tus cosas
¡Qué sabrán ellos...!
Cómo decirles gritando,
Que cuando me oprime la pena corro hasta nuestro cuarto
Y que, con la misma ansia que me envuelvo en llanto,
Me abrazo a tu prenda, da igual,
Cualquiera de ellas
Y la aspiro. Te huelo... Me entras.
Me calmas
Me sedas
Te tengo...
Entre sollozos, si. Entre sollozos me enrosco y te aferro.
Papá ha muerto, madre –me repiten una vez tras otra.
Lo sé –les digo de nuevo. Aún no estoy loca.
Pero no voy a mover del sitio que tienen
Ninguna de todas sus cosas... sus cosas.
Están donde siempre... ¡Y en dónde siempre se quedan!
Cuando me duermo, le sueño
Cuando despierto sonrío: lo he visto de nuevo.
Y en la cocina le siento husmear mis pucheros
A veces le  noto
Y me vuelvo. Me vuelvo...
Tintineo de llaves abriendo una puerta
Es él –me engaño. Ya llega.
Un sobresalto,
Me acerco.
No era... No era en la nuestra.
Desde que te fuiste,
Han pasado ya… ni sé cuantos meses
Poco a poco van, finalmente, dejándome a solas.
Y… aunque no esté loca,
Nunca estoy sola...  Nunca estoy sola...

                                                                                            ©narbona                                                            



jueves, 4 de octubre de 2012

Ni el cristal...

                                                                                          Foto: Евгений Чистяков  





Ni el cristal, de aquel  Café,
Nos separó.
Ni las prisas que llevabas

Bastó con una mirada.
Luego, todo devino silencio
Silencio, en medio de la algarada

Y me levanté.
Me levanté sin moverme
¡Ay, estático alborozo!
Saltos de alegría inermes
Que el tiempo ya sosegó

Las lágrimas, secas,
Curaron ya las tristezas.
Más no taponan nostalgias                          
A veces, dulces,
Otras amargas.

Por cuanto pudo haber sido
Por lo que nunca llegó a ser.


                                              ©narbona

jueves, 13 de septiembre de 2012

La colchoneta...






Mi abuela solía decir que, a veces, bastaba con sentarse en la puerta de casa y esperar para ver pasar los  cadáveres de tus enemigos.  Y aunque cuando se lo oía decir no lo entendía, con el tiempo vislumbré el verdadero significado de lo que en realidad no era más que una simple metáfora, si bien llena de sabiduría.

Uno de esos “enemigos” era Manuel.  Quien llevaba todo el santo verano haciéndose el listillo conmigo.  Demostrándome que me podía tomar el pelo en cada ocasión que se le ofreciera. Sobre todo, me hacía tragar auténticas “bolas” -de la forma más inocente-, aprovechando mi desconocimiento en algún tema puntual o alguna materia por mí desconocida. Siempre era presa fácil de sus enredos. Tratando de demostrar quien era el “espabilao”. Y que podría “pegarmela” cada vez que le viniese en ganas.


Que era ya viernes, no me cabía dudas. Las señales eran evidentes. Y es que entre nuestros vecinos de playa eran tantas las parejas que cuando llegaba el fin de semana todas las habitaciones disponibles en la casa permanentemente alquilada, gemela a la nuestra, no eran bastantes ni suficientes. Lo solucionaban montando pequeñas tiendas de campaña, de esas de dos plazas,  sobre la arena y delante de su terraza. Era entonces cuando todo ese espacio al margen derecho del camino al agua, se transformaba en un camping a pequeña escala.

Iba dispuesto a dar mi paseo diario, y bajaba los dos peldaños de escalera desde nuestro porche a la arena cuando lo vi.  Manuel estaba delante de su tienda. El colchón, en el suelo, ocupaba prácticamente la totalidad de su interior. Desde fuera, con un inflador de lo más elemental, y con rítmicos movimientos de pie, lo iba llenando para tenerlo dispuesto a la noche. En que a buen seguro habría “dale que te pego” con su parienta.

Decidí de inmediato retrasar mi andadura. El cuadro que tenía ante mí me hizo comprender que la situación me la estaban poniendo a huevo. Me paré. Y cuando en un momento dado vi que se agachaba distraído para hacer algo, con todo el sigilo del mundo -y favoreciéndome que no había ningún testigo que pudiera alertarlo-,  me coloqué en la trasera de la tienda, que daba la espalda al mar. Me arrodillé mientras escuchaba el persistente sonido  del inflador. Y ahí me decidí a emitir un  Pitssssssssssss........¡¡¡¡¡  tan realmente bien hecho, y tan espontáneo, que hasta yo me lo creí.

Confieso que lo había visto hacer en una película francesa de los años 30. En la que un chico, oculto en la maleza junto al arcén de la carretera emitió el mismo sonido que hace un pinchazo en la rueda de una bicicleta, provocando que el que la montaba parase para comprobarlo.

Sentí que Manolo había dejado de pisar el inflador mientras con un ladeo de cabeza trataba de agudizar su oído.  Con la esperanza, tal vez, de que hubiese sido una mala pasada de su imaginación. Ante lo cual, naturalmente,  yo hice lo propio: seguir emitiendo un continuo -pero ahora matizado Bssssssssssssssssss ......¡¡¡- que en nada tenía que envidiar al escape permanente de aire a causa de una fuga.
¿Lo siguiente? Esto:

 -¡¡¡ ME CAGO EN EL COPÓN DIVÍNO !!!
 
Monumental y usual grito que, con matices y modulaciones de voz diversas, se emite comúnmente entre los habitantes del la zona del Condado. Si bien esta vez dicho de forma huracanada por mi amigo mientras en silencio, y a duras penas, yo podía contener la risa.
¿Que él inflaba con pisadas más y más descontroladas por los nervios? Entonces yo callaba para tomar impulso (y aire).
¿Que paraba para escuchar? yo volvía a sonar: Bssssssssssssssssss....¡¡¡¡
Y de nuevo, un tan impotente como desesperado  ¡¡ SU PUTA MADRE !!  Se volvía a oír pero esta vez denotando ya un cierto cabreo.

Después de diez minutos así, y cuando mi descojono podía más que mi capacidad de puesta en escena de la imitación  “momento pinchazo”, me levanto, ahora sí, a carcajada limpia. Mientras, Manuel, comprendiendo todo de inmediato,  no termina de salir de su asombro.

     
-¡¡ MIRA QUE ERES CABRÓN !!  -me dice sin por ello abandonar esa amplia sonrisa, tan amable como sincera, que le caracteriza.

-Ahora estamos en paz, Don Listo –le digo. Eso sí: sin dejar de reírnos. Y le abrazo mientras noto en el suyo una cierta complicidad de aprobación.  Como si dijera sin decirlo: “ya era hora, joio de que espabilaras”. Entendía que esto, ahora, de alguna forma me recolocaba a sus ojos.

Y es que la “venganza” (de mentirijillas, claro) es, como dicen, un plato que ha de servirse frío. Cuanto más frío mejor. Y cuando las circunstancias te lo ponen, pues eso… a huevo.


                                                                                                                    ©narbona


martes, 14 de agosto de 2012

EROS...

                                                                                                           Foto:  Ivan 




He soñado que soñé que te soñaba
Y sin salir del sueño aún,
he sentido que sentía que te olía.

Y he notado que tu ropa te sobraba
He creído que tu piel me requería
Y he jugado. Y te he tocado.

He notado que tu piel se me enganchaba
agradecida.
Tu suspiras. Te he mirado.
Desde abajo, te he mirado.

Mientras gimes.
Mientras gozas.
Mientras miras con tus manos en mi cara.

Por tu boca: que me pare.
Por tus labios: que no siga
Balbuceos mientras mientes
Lo haces siempre que lo hago

Al final tú te entregabas
Al final, yo sucumbía

Y he notado
He notado que tu olor se me quedaba
Y he subido
He subido y de tus labios me he colgado

He soñado que soñé que te soñaba
Y sin salir del sueño aún,
he sentido que sentía que te olía

Y te he tenido. Y me he mojado.
Hoy de nuevo... ¡Te he soñado!


©narbona